sábado, 27 de octubre de 2007

AUNQUE TE ARREGLES LAS GOMAS, NENA, SEGUIRÁS SIENDO RARA


“El novelista no debe estar jamás satisfecho de lo que escribe. Nunca es tan bueno como podría haberlo sido”.
William Faulkner


HP: ¿Demasiada corrección no lleva también a que el texto se aleje de uno y que de repente se convierta en algo totalmente diferente, muy lejano a lo que uno sintió?

Jorge Luis Borges: Ah, puede ser, sí. Yo creo que uno debe sentir cuándo debe detenerse. Hay esos versos famosos de Juan Ramón Jiménez: "Esta es la rosa y no la retoques". Está pensando en un pintor, ¿no? Desde luego, creo que hay un momento en que uno comprende que debe resignarse a tal texto y no seguir buscando variaciones. Cualquier cosa que se note como una variación ya es un defecto, me parece.


Esta semana, en Cuadro a Cuadro, terminamos de editar con Alejandro Andresson el off-line, el corte de imagen definitivo de Stephanie, ahora resta la edición de sonido y el on-line en HD, donde se rearma la película con el material original en alta definición y se trabaja la imagen sobre el color, la saturación, el contraste, etc. Desde acá agradecemos mucho a Alejandro Parysow y a Alejandro Alem por facilitarnos el Avid Express de Cuadro y por supuesto al mencionado Alejandro Andresson por el despliegue realizado.

Después de tantos cambios y contracambios, mi evaluación de la versión final de Stephanie está sintetizada en el título de esta entrada, tomado del estribillo de Bancate ese defecto (un tema que en genaral mucho no me gusta pero que tiene una coda alucinante). Stephanie quedó mejor terminada, es más precisa y se entiende un poco más que antes a dónde quiere llegar, pero sigue siendo rara. Es rara en su concepción y en su ejecución. Tampoco es un misterio eleusino. No creo que haya que ser ser un iniciado para entenderla, pero quizás sí necesite de una atención mayor a la habitual para apreciar sus sutilezas y su singularidad, en tanto que sus torpezas saltan a la vista. Ese desbalance juega muy en contra de una película, porque no es nada fácil encontrar espectadores con la voluntad y la capacidad de observar con detenimiento para ver qué son esas formas extrañas que sobresalen bajo la alfombra y que dificultan la fluidez del movimiento. No suelo estar muy de acuerdo con imputar atributos humanos a las obras pero no se porqué se me ocurre que es una película antipática, o por lo menos que no hace el esfuerzo suficiente para no serlo, y eso es otro punto muy desfavorable para Stephanie, en una época en la que mucha gente tiene una necesidad compulsiva de establecer una relación de empatía con el arte y los artistas que consume, quieren no sólo entender, disfrutar y nutrirse de la producción artistica que eligen, quieren además, de algún modo ilusorio, ser parte de todo eso, sentirse alineados con algo, que puede ser el estilo, la ideología o cualquier aspecto del discurso del que no son más que efímeros receptores, quizás defensores acérrimos y apólogos de mesa de café para, finalmente, convertirse en los judas masmediáticos que entregarán a su artista a la cruz del olvido -transitorio o definitivo- para abrazar de lleno una nueva fe. Para bien o para mal no creo que nada de eso pase con Stephanie, que espero que convoque, sean apóstoles o apóstatas, a algo más de doce.


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